Un país con 200 millones de habitantes y una riquísima tradición musical tiene mucho para ofrecernos en el ámbito del rock. Aquí, tres bandas que vale la pena escuchar.
Tagore

Foto: Paola Alfamor
En su siguiente álbum Pineal (2016), la banda abandonó el regionalismo udigrudi y se volcó hacia los arreglos psicodélicos de la escuela de Tame Impala. Reivindicando la influencia de los clásicos como Hendrix, King Crimson y Syd Barret, Tagore brinda una experiencia suave y menos caótica que Boogarins, banda que ya vimos en estos volúmenes.
Project46
Ideal para complacer a los oídos más pesados, Project46 no se limita a la escena brasileña. Hace poco pasaron por Argentina como teloneros de Max e Igor Cavalera (ex Sepultura), porque todo indica que le están pasando la antorcha. Lo primero que llama la atención es el uso de la voz gutural, ya que se siente natural en una banda que se involucra con los fracasos sociales y la histeria en el mundo – después de tener que bancarte tanto, ¿qué mejor que gritarle en la cara a tu némesis?
Comenzaron en 2008 como una banda tributo a Slipknot, pero pronto abandonaron el proyecto para empezar a hacer canciones de su autoría. Con riffs veloces y una batería pesadísima, la banda presenta un metal envidiable para cualquier grupo consagrado.
El quiebre parece haber ocurrido con su álbum TR3S (2017): si bien en sus dos primeros trabajos se los puede “acusar” de ser convencionales y no destacarse, en el último trabajo se arriesgan y comienzan a agregar nuevos elementos a la fórmula clásica. TR3S es, así, un viaje entretenido y con sorpresas sin perder la potencia. Mucho más no se puede pedir.
Dato de color: el baterista Betto Cardoso fue finalista para la sustitución del baterista de Slipknot, Joey Jordison.
Bike
Quienes hayan mirado los volúmenes anteriores, sabrán que Brasil se ha vuelto la Meca de la psicodelia actual. La banda fundada en 2015 toma prestado su nombre de la experiencia del científico suizo Albert Hofmann, creador y primer consumidor de LSD, justamente, durante un viaje en bicicleta en 1943. No casualmente la banda tituló 1943 a su disco debut.
Con un sonido arraigado fuertemente en la psicodelia, construyen paisajes y sonoridades etéreas, aunque la temática puede volverse un poco repetitiva.
Sus canciones construyen un estado de suspensión espiritual gracias a cuidadosas capas de distorsión y voces susurradas, con letras que apelan al simbolismo más que a lo literal. Sin embargo, este mantra se rompe eventualmente con la intensidad característica del rock progresivo (o por que no, de los psicoactivos). Para Bike, lo instrumental está conectado por la experiencia, sin miedo a lo experimental.
La banda está lanzando Quarto Templo, su cuarto álbum de estudio, en cuatro pares de dos nuevas canciones, ideal para flotar por el cosmos.